Néstor Santana García. Estudiante Doble Grado en Comunicación Audiovisual y Periodismo.
La ética periodística en estos últimos tiempos más que un deber se ha convertido en un calvario: la credibilidad del sector no pasa por su mejor momento. No solo es palpable vía redes sociales, sino que también podemos observarlo en plena vía pública. Los líderes de opinión ya no son periodistas entre los más jóvenes, es más, eso es lo que les genera confianza. Sin tapujos: los periodistas hoy en día están entendidos como unos esclavos sujetos a la máquina de poder. ¿De qué te sirve informarte en los medios de comunicación sino son veraces o creíbles? Esto lleva a la sociedad a fijarse en nuevos líderes de opinión fuera del ámbito periodístico, debido a que su ética o moral no se va a ver cohibida por una editorial de prensa.
Tras esta reflexión, ¿Un periodista realmente es un esclavo de la máquina de poder? Si bien las informaciones dopadas van bajo sello periodístico, normal que el ciudadano de a pie pierda la credibilidad sobre el periodismo. Pongamos por ejemplo lo sucedido en La 1 de RTVE el día que compareció Rajoy, Presidente del Gobierno del momento, en los tribunales. Mientras todas las cadenas emitían y analizaban en directo cómo se sometía a interrogatorio por primera vez a un Presidente, el ente público omitió este hito. En vez de sintonizar el hecho al igual que el resto de las cadenas generalistas, decidió continuar con su programa “La Mañana”, presentado por María Casado, en donde la agenda setting se basó en el caso Juana Ribas, la emprendeduría y Saber Vivir ¿Podemos cuestionar el código deontológico y la credibilidad de la presentadora? No lo creo. Si bien la corporación pública está sometida al poder gubernamental, la presentadora simplemente está haciendo su cometido: presentar su programa.
Pongámonos en su papel, la presentadora es la cara del programa, su función se limita a conducir el espacio más que ha decidir sobre él. Por tanto, yo también hubiera actuado como lo hizo ella. Ahora bien, es totalmente reprochable al equipo directivo: quien posee la falta de ética es el que decide censurar el tema, el que a pesar de saber la relevancia de la información decide silenciarla.